
Viste cuando te dicen “tenés que cuidarte, hacer ejercicio, dormir ocho horas y comer verdura”? Bueno, parece que faltaba la parte más importante del manual de instrucciones masculino: salir con los pibes. Sí, señor. Un estudio de la Universidad de Oxford —ni más ni menos— confirmó lo que ya se intuía entre picadas, potreros y mesas de truco: los hombres necesitan juntarse con sus amigos al menos dos veces por semana para estar sanos, felices y no romper las bolas en casa.
Y no lo dice el Tano Pasman, lo dice la ciencia.
El experimento fue financiado por Guinness (la cerveza, obvio), así que ya desde ahí el tono científico venía con espuma. Pero el psicólogo Robin Dunbar, el capo de la movida, jura que los datos son posta: los tipos que se juntan a “hacer cosas” con sus amigos —fútbol, birra, charla, recital, o simplemente bardearse— viven más, se recuperan más rápido de las enfermedades y son más generosos.
O sea, la próxima vez que tu pareja te diga “otra vez vas a juntarte con esos vagos”, mostrale el estudio y decile:
—No son vagos, amor, son mi sistema inmunológico.
Dunbar también explicó que el grupo perfecto es de cuatro amigos. Más de cinco y ya se desmadra, menos y te faltan chistes internos. Con cuatro se da esa química mágica: risas, cargadas, endorfinas al palo y esa sensación de que el mundo está bien mientras haya maní salado y cerveza fría.
Porque claro, no es lo mismo reírte por WhatsApp que hacerlo en persona con ese amigo que conocés desde la primaria, el que sabés que se va a reír antes de que termines el chiste. La risa en estéreo, cara a cara, es otra cosa.
Los investigadores dicen que después de los 30 los tipos se empiezan a perder entre el laburo, la familia, los impuestos y el lavarropas que deja de drenar. Y los amigos pasan a segundo plano, como ese jean que te queda bárbaro pero no usás nunca.
Pero el estudio lo deja clarito: los que invierten tiempo en sus amistades viven mejor. No es joda, está comprobado. “Todo sobre nuestro éxito en la vida —dice el informe— depende del número y la calidad de nuestras amistades”.
En criollo: sin amigos te oxidás, con amigos te afilás.
Lo loco de todo esto es que el estudio, pensado en los pubs irlandeses, se aplica perfecto al ADN argentino. Porque si hay algo que el hombre argentino entiende como terapia, es el ritual del asado o la birra con los pibes.
Ese momento donde el uno del grupo llega con una anécdota vieja, otro le recuerda su peor papelón en un boliche de los 2000, y todos terminan hablando de la Selección como si Scaloni los estuviera escuchando desde la parrilla.
El argentino no necesita Oxford para saber que el alma se repara con amigos, fuego y risas.
En resumen, maestro:
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Dos veces por semana, salí.
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Cuatro amigos, no más.
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Reírte fuerte cuenta como cardio.
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La cerveza es opcional, pero recomendable.
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Y si te preguntan “¿otra vez con los muchachos?”, respondé tranquilo:
“Estoy cuidando mi salud, doctora.”
Veredicto del Archivólogo:
Mirá vos, al final la ciencia vino a certificar lo que los bares de barrio sabían desde siempre. No hay nada más sanador que una charla entre amigos, una risa de esas que te hacen doler la panza, y la certeza de que no hace falta decir mucho para entenderlo todo.
Así que si hace rato no ves a los pibes, mandá el mensaje hoy.
El grupo ya está armado.
Y el estudio lo avala, hermano.
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