
Franco Colapinto tiene eso que a los argentinos nos encanta: no sólo corre rápido, también habla con el corazón. Y este finde, mientras su Alpine hacía lo que podía en el GP de Brasil, el pibe de Pilar clavó otro tipo de triunfo… el del alma bostera. Porque sí, Boquita le dio una alegría que ni el DRS le podía mejorar: 2 a 0 a River, y el pibe la vio venir antes de que ruede la pelota. Premonitorio, como el Diego cuando dijo “la pelota no se mancha”.
Lo dijo sin titubear, con esa sonrisa de pibe que todavía juega en el potrero mental, aunque esté con casco y volante. Se lo tiró a un periodista de Cadena 3, en medio del ruido de motores y el olor a goma quemada: “Mientras gane Boquita, estamos bien”. Y como si lo hubiese decretado el propio Riquelme desde el Olimpo Xeneize, el resultado fue tal cual: 2 a 0, goles del Changuito Zeballos y Merentiel.
El pibe la vio venir, y la clavó en el ángulo antes de que Zeballos ni se ate los botines. Luego de su pensamiento lo que necesita para poder seguir en la Formula 1 es la dimensión
Terminó la carrera en San Pablo, bajó del auto y, en lugar de putear por el puesto 15, Colapinto sacó pecho por el azul y oro. Subió la plaquita del resultado y tiró un “Vamoooo Boquitaaaa” que resonó más que el motor de su Alpine. Porque una cosa es acelerar, y otra cosa es sentir el ADN bostero.
Y justo ese día, como si el universo hubiese querido sumar rating, Dua Lipa —sí, la Dua Lipa— estaba en La Bombonera. Invitada especial, con Riquelme entregándole una camiseta con el número 10. La mina miraba fascinada la locura de la Doce y dijo: “Me encanta la energía, es perfecta la gente”. Y ahí, Franco, sin perder la oportunidad, le tiró el centro más audaz del fin de semana:
“Era ganar o ganar hoy. Lo que es la motivación… que venga a alguna carrera”, escribió.
El pibe no sólo tiene timing en la pista, también en el levante global. Porque si Dua se aparece en el paddock de Alpine, olvidate: el chico pasa de la Q2 a la Q-top del mundo.
Después, claro, tocó hablar de la carrera. Sin vueltas (bah, sin vueltas buenas): “No teníamos ritmo, no había grip, el auto iba raro… un balance malo”, tiró. Pero se lo notaba distinto, como quien sabe que aunque el auto patine, su corazón está en La Boca, no en el box.
Y ahí entendés que lo suyo no fue un mal finde: fue un finde muy argentino. De los que te dejan sabor amargo en la pista, pero dulce en el alma.
Porque Colapinto no es sólo un piloto. Es el pibe que te puede representar en el semáforo y en Mónaco al mismo tiempo. El que te tira un “vamoooo Boquita” y te lo creés. El que se anima a soñar con Dua Lipa en el podio y con Riquelme en el box. Y el que, aunque el auto no ande, sabe que con fe, garra y un poco de mística bostera, todo se puede remontar.
Como dijo alguna vez el Bambino: “Por ahí te hacen un gol, pero vos te levantás, te peinás y salís a empatarlo”. Franco lo sabe. Y mientras el mundo lo mira como la promesa argentina del automovilismo, acá lo sentimos nuestro.
Porque más allá de las curvas y los boxes, el pibe de Pilar ya maneja algo más grande: el corazón de los argentinos.
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