
Dicen que en la Argentina podés cambiar de pareja, de club, hasta de barrio… pero de obra social, una vez por año y con suerte. Y así estamos: entre formularios, decretos y resoluciones, los monotributistas siguen haciendo equilibrio en la cuerda floja del sistema de salud nacional.
Porque sí, en el país donde todo se reinventa, la AFIP ya no existe. Hoy el que manda se llama ARCA —Agencia de Recaudación y Control Aduanero—, el organismo que desde 2023 se quedó con el timón del Monotributo y sus aportes. Y claro, cuando cambia el nombre, cambia la música: nuevas reglas, nuevos topes y una lista bastante más corta de obras sociales habilitadas.
ARCA llegó con traje de modernidad y promesa de transparencia. Pero, como decía el General, “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”.
Y dentro de la ley, ahora sólo 41 obras sociales están habilitadas por la Superintendencia de Servicios de Salud para incorporar monotributistas.
Sí, cuarenta y una. En un país donde las mutuales, sindicales y asociaciones brotan como hongos después de la lluvia, la lista parece casi de élite.
El decreto 955/2024 —esa letra chica que pocos leen pero todos sufren— puso las cosas en blanco sobre negro: nada de intermediarios ni “triangulaciones” con prepagas camufladas. El que paga, paga directo a la obra social que elige. Se acabó el truco del doble juego.
Y así, mientras algunos festejan la “limpieza del sistema”, otros —los de siempre, los que pagan en tiempo y forma— se preguntan a dónde fueron a parar las opciones que antes tenían.
Ser monotributista en Argentina es casi una carrera de obstáculos.
Primero, el comprobante del último pago (que siempre se imprime mal o se corta en la impresora).
Después, el DNI, el Formulario 184/F, el 152, la Declaración Jurada 300/97 en ANSES… y rezar que no te falte ningún sellito.
Todo eso, claro, para tener el privilegio de acceder a una cobertura médica “válida” según ARCA.
Y si te arrepentís, ojo: el cambio de obra social solo se puede hacer una vez por año, y hay que quedarse 12 meses en la misma antes de volver a mover la ficha.
Como en el truco, si cantaste “quiero”, bancátela.
El listado oficial es un reflejo del país federal y caótico que somos:
tenés la Obra Social de los Trabajadores de Prensa de Buenos Aires, la de los Músicos (OSDEM), la de los Peones de Taxis (OSPETAX), la de los Farmacéuticos y Bioquímicos (OSFYB) y hasta una para Conductores de Remises.
Cada rubro tiene su templo.
También asoman nombres curiosos: Prosindicato de Amas de Casa (OSSACRA), Profesionales del Turf (OSPROTURA), o los Maquinistas de Teatro y Televisión, que le ponen glamour al asunto.
Porque en este país, hasta los que mueven las luces en el teatro tienen obra social… aunque a veces no tengan laburo.
Y entre tanto gremio y mutual, brilla la joyita del sector privado: OSDEPYM, la de Empresarios, Profesionales y Monotributistas, la preferida de los que todavía creen que pagar un poco más te salva de la sala de espera del hospital público.
Hasta hace poco, muchos monotributistas derivaban su aporte a una prepaga a través de una obra social “puente”. Era un arreglo tácito, una especie de “llamame por atrás” del sistema.
Pero con el nuevo decreto, eso se terminó.
Las prepagas que no están registradas ya no pueden recibir nuevos aportes. Solo pueden seguir con los socios que tenían antes de diciembre del 2024.
En criollo: si estabas adentro, zafaste. Si llegaste tarde, te quedaste afuera.
Porque claro, nada es casual. El cambio llega en un contexto donde la recaudación aprieta, los costos médicos se disparan y las obras sociales sindicales están —una vez más— en la cuerda floja.
Mientras tanto, ARCA vende el discurso de la “eficiencia” y “el control”, y los monotributistas… siguen esperando un turno.
La salud en Argentina siempre fue un espejo del país: un sistema mixto, desigual, donde el azar y el bolsillo definen si te atienden en un sanatorio privado o en la guardia del hospital.
Y en el medio, el monotributista, ese ser multitarea que paga, factura, reza y a veces ni sabe a quién le está pagando.
En el país donde hasta las leyes cambian de nombre cada dos años, la obra social es casi un acto de fe.
ARCA actualiza topes, la Superintendencia depura el padrón, y vos seguís ahí, con tu carpeta llena de papeles y la esperanza de que el médico te atienda sin preguntarte si “ya cargaste el formulario”.
Porque, como decía Tato Bores:
“La Argentina es un país que va de crisis en crisis con alegría, como si nada.”
Y entre tanto decreto y resolución, los monotributistas siguen siendo el alma invisible del sistema: los que ponen el hombro, los que pagan sin chistar, los que todavía creen que tener obra social es tener un poquito de futuro.
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