
Che, si alguien todavía pensaba que el capítulo Maxi–Wanda estaba cerrado, que se prepare: el ex 9 volvió a abrir el corazón en Sería Increíble (Olga) y dejó una frase que hizo ruido en todos los portales: “Hoy nos llevamos bien, hay buena onda… pero me cuesta verla como una amistad”. Listo. Declaración fuerte, con el tonito justo de quien ya no está en guerra, pero tampoco va a mandar emojis de corazones.
Maxi, más sereno que en los años del quilombo mediático, contó que la prioridad hoy es la convivencia y la paz por los chicos. “El más grande me pidió ir a dormir conmigo, el otro me llamó para ir a comer. Esa dinámica me encanta”, dijo con una sonrisa que —según dicen en los pasillos— fue más sincera que cualquier gol a River. Y es que, al final del día, el tipo se sacó la camiseta del escándalo y se puso la de papá presente.
También hubo autocrítica. Sí, el mismo Maxi que alguna vez tiró indirectas por todos lados, hoy reconoce que maduró: “Siempre traté de no hablar mal de su mamá. Me llevó tiempo entenderlo, pero lo hice por ellos”. Ahí está, el hombre que aprendió que los hijos ven y escuchan todo, incluso cuando el rating está en su pico.
La historia Maxi–Wanda es de esas telenovelas que el público argentino jamás suelta: pasión, traición, Europa, medios, quilombos y reconciliaciones silenciosas. Pero esta vez, sin fuegos artificiales ni tapas escandalosas, el exjugador parece haber encontrado el tono justo entre la nostalgia y la calma.
Y si bien asegura que hoy hay buena onda, lo de “amistad” le sigue sonando raro. Tal vez porque cuando una historia tuvo tanto fuego, lo que queda después no se apaga del todo… se transforma.
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