
Hay cosas que se cocinan lento, y otras que se sirven frías. Emilia Attias eligió la segunda opción. En plena gala de MasterChef Celebrity, mientras los demás batían claras a punto nieve, la actriz aprovechó el aire del prime time para batirle los huevos, simbólicamente hablando, a Luis Ventura.
Sí, el mismísimo periodista de los quilombos mediáticos, el hombre que tiene más primicias que paciencia, quedó con la cuchara en el aire cuando Emilia le tiró el flan sin previo aviso. Wanda Nara, que no se pierde una, lo cebó: “Reini, es un buen síntoma que Luis no te conozca. Significa que no tenés quilombos”. Pero claro, el horno no estaba para chistes.
Attias, con la sonrisa justa y el filo de una cuchilla de chef profesional, le retrucó con ese tonito que mezcla dulzura con veneno gourmet:
“Hoy almorzamos juntos, solos, antes de entrar acá… Desmintiendo cosas, como, por ejemplo, que yo estaba embarazada.”
¡Pum! Cae la bomba de crema chantilly sobre la mesada del rating. Ventura, que venía amasando excusas, intentó defenderse:
“Se dio una situación en la que fui el vocero.”
Pero Emilia no se lo dejó pasar ni con espátula:
“Pero te expusieron mucho, porque era mentira.”
A esa altura, Wanda miraba a cámara con la misma cara que tenía en el WandaGate cuando Icardi le cambió la jugada.
El resto fue puro salseo porteño. Ventura reconoció que se comió la galletita —“Estoy yo para hacerme responsable”— y Emilia, con la elegancia de quien sirve el plato y se retira sin mancharse, cerró el menú con un “borrón y cuenta nueva”.
Pero la cosa quedó picante. Porque detrás de esa sonrisa zen, se notaba que la actriz no se olvida de quienes meten cucharas donde no los invitan. Y Ventura, que conoce todos los ingredientes del escándalo mediático, se llevó su cucharón de postre con sabor a justicia televisiva.
En el fondo, fue una de esas escenas que la tele argentina adora: la venganza servida con delantal y rating. Como diría Mirta: “El público siempre quiere ver sangre, pero con buenos modales.”
Y Emilia, con su carisma angelical y su timing quirúrgico, logró lo imposible: callar a Ventura… aunque sea por un ratito.
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