
Hay romances televisivos que duran menos que un corte de luz en verano, y después está lo de Beto Casella y Edith Hermida: una dupla que sobrevivió a los años, a los archivos y hasta a los zócalos amarillos del Nueve. Pero claro, todo ciclo se termina, y como decía Tato Bores, “cuando la política o la tele se ponen serias, es porque ya se quedaron sin humor”.
El martes, Bendita se volvió un ring de boxeo con luces led.
Casella, con esa ironía que ya es marca registrada, lanzó el primer golpe:
“Yo me voy a mandar a mudar de acá, y sabés cómo me van a extrañar, ¿no?”.
Y Edith, que no se queda atrás ni cuando hay tanda, se despachó con un “¡No te vas nada, no te vas una m…!” que hizo temblar los micrófonos.
Ahí, el clima se puso más tenso que sorteo de Gran Hermano.
Y Beto, con la puntería de un francotirador de rating, tiró la bomba que quedará en el archivo eterno:
“Yo te saqué del barro, quedate en el barro”.
Listo. Game over.
En ese instante, Chayanne empezó a sonar con “Y tú te vas”, y medio país sintió que estaba viendo una escena de Gasoleros mezclada con Casados con Hijos.
Ahí nomás, Edith, que es de alma guerrera, tiró su piña de contraataque:
“Te vas a sacar una foto de la manito en el otro canal con otra”.
Y uno pensó en esa frase inmortal de Susana: “Si te vas, llevate el calefón”. Porque sí, hay despedidas que son más sentimentales que una canción de Valeria Lynch.
Beto, por supuesto, no iba a dejarla ganar el round:
“Te estoy ofreciendo progresar y vos te querés quedar acá”.
El intercambio fue un manual de televisión argentina: un poco de show, un poco de verdad y mucho archivo para los próximos 15 años.
Como decía Moria, “si no sabés jugar este juego, no te metas en la tele, mi amor”.
Más allá de los dardos, hay una verdad inapelable: Beto Casella deja El Nueve y se muda a América TV. El hombre de Haedo, con su humor corrosivo y su olfato para el quilombo, se lleva su estilo, pero no el nombre: Bendita se queda en casa, y suena fuerte que Edith Hermida sea la heredera del ciclo.
El público, mientras tanto, se divide entre la nostalgia y la curiosidad. Porque, como diría Mirta, “el público se renueva, pero el rating no perdona”.
Y sí, no hay pase televisivo sin grieta emocional. Uno imagina a Beto brindando con Fernet en América mientras Edith ajusta el micrófono del estudio y murmura: “Al final, el barro no era tan malo”.
En un país donde el archivo es religión y el rating es fe, Beto y Edith nos regalaron un capítulo más de esa telenovela que no termina nunca: la del ego argentino frente a cámara.
Porque si algo queda claro es que en la tele —como en la vida—, nadie se va del barro limpio, solo se aprende a caminar con estilo.
📺 El Archivólogo dixit.
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